Confesiones de una máscara. Yukio Mishima
Traducción de Rumi Sato y Carlos Rubio
Alianza (Madrid, 2010)
Narrada en primera persona las Confesiones de una máscarade Mishima presenta la obra más autobiográfica del autor nipón. En los estudios sobre la autobiografía, hoy, no se le da importancia al hecho de que vengan garantizadas por la aparente objetividad-verosimilitud que profiere el nombre propio. Desde los estudios de Genette sobre Proust, se afirma que todo texto es autobiográfico.
De este modo para algunos teóricos no hay discusión o distinción entre autoficción y autobiografía. Para éstos toda ficción es en cierto modo autobiográfica, ya que el autor no genera las metáforas, metonimias, tropos, de la nada, sino que se basan en su propia experiencia. Por eso es del todo indiferente, bajo estas premisas, que el narrador de las confesiones de la obra que nos convoca sea uno diferente a Mishima.
En el caso de Confesiones de una máscara asistimos a la construcción de un sujeto que desde de un principio vive su vida como una impostura:
En esta casa se me exigía comportarme como un chico. Así fue como, contra mi voluntad, empecé a hacer teatro. Fue a partir de entonces cuando empecé a comprender vagamente el mecanismo de este hecho: lo que los demás consideraban una pose por mi parte era en realidad la expresión de mi ansia de volver a mi naturaleza y a la inversa: lo que la gente consideraba mi naturaleza era una actuación por mi parte.
Los problemas de mantener una determinada identidad sexual contraria a la heterosexual en el Japón de los años 30-40 son los que mantienen la tensión de la obra y que confieren el carácter de impostura, melancolía y de destino trágico que acompañaran a la figura del escritor japonés.
Uno de los puntos interesantes de las confesiones es asistir a la construcción de una sujeto cuyo autor es su propio tema de investigación y construcción. De tal manera que en el narrarse va construyendo las máscaras que le han de dar nombre. Es precisamente en ese enmascarar, al contrario del desvelar, que se consigue dar forma a lo que en un principio carecía de ella.
Este tipo de interpretación esté relacionada con una determinada manera de entender la crítica literaria y el acceso a algo así como la verdad. Para los críticos clásicos la literatura se diferencia de la teoría literaria en que la primera es una acto creativo y la segunda un conjunto de saberes sobre el quehacer artístico. De tal modo que el crítico se sitúa en una posición de arrogar luz sobre el sentido de la obra. En esta línea se sitúan autores como Steiner que restituyen al lector el placer de la lectura.
Por otro lado, tenemos una posición más incomoda, contraria a la crítica clásica o tradicional que pretende desentrañar el significado de los textos literarios a partir de los principios de la lingüística y la semiótica.
Si aceptamos que el significado de palabras o proposiciones no se caracteriza por ser “fijo” sino ambiguo. El significado, lo que una palabra, pasaje o texto dicen no puede ser desentrañado a la luz de una lectura científica, es porque las palabras, los textos dicen más de una cosa y en ocasiones cosas diferentes Paul De Man sostiene este tipo de interpretación contraria a la crítica clásica. Más que de un desvelamiento del significado del texto se trata de un velamiento del mismo, ya que es en ese velar lo indefinido que se consigue dar una forma.
Encontramos similitudes en algunas posiciones de Rorty que mantiene que “la verdad no está ahí fuera”, sino que la verdad se construye. Esta postura, que podría ser tachada de relativista por aquellos que sostienen que es posible una lectura científica del mundo y, por ende, de la literatura, se basa en la premisa que no existe algo así como una verdad tautológica en lo que se refiere al conocimiento del mundo. En este sentido, me vuelvo a remitir otra vez por su claridad a una cita de Sebald que menciona James Wood en Los mecanismos de la ficción:
Si tenemos un mundo en el cual las normas están claras, y en el que se sabe cuándo empieza la transgresión, creo que es legítimo, dentro de ese contexto, ser un narrador que sabe cuáles son las normas y quién sabe las respuestas a determinadas preguntas. Pero creo que esas certezas nos han sido arrebatadas a lo largo del curso de la historia, y que debemos reconocer nuestra sensación de ignorancia e insuficiencia en estos temas, y por tanto, intentar escribir de acuerdo con ello.
El texto de Mishima es muy interesante en este preciso sentido, porque consigue trasmitir a través de la narración en primera persona de un personaje homosexual en el Japón de los años 30-40 la caída de las certezas arrebatadas a lo largo de la historia y la insuficiencia del personaje por encontrar su lugar en el mundo.
Diego Giménez
http://entrefragmentos.wordpress.com
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